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Mis pies rozaban pequeñas piedras y hierba color aceituna iluminadas por el suave foco plata de la luna, mientras mis brazos intentaban alcanzar las estrellas del lienzo oscuro de aquella noche frÃa, intocable, insondable... Mis ojos centelleantes buscaban allà arriba algo a lo que aferrarse y entonces fue cuando mi ánima comprendió en aquella inmensidad y lejanÃa, que siempre habÃa permanecido acompañada por aquellos cuerpos celestes que en las sombras brillaban más que nunca, y en cierto modo eso me recordó a mi misma.
Con amor, Victoria.